COMENTARIO EVANGELIO PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
(Mc 13, 33-37).
Lo que le digo a vosotros, lo digo a todo el mundo: ¡Velad!
Ya llega la Navidad!!! Las ofertas del Black Friday ya han pasado y ahora toca seguir encargando los regalos que nos quedan. ¡Cómo me gusta la Navidad! Todo el mundo es feliz. Nos reencontramos con la cara más bondadosa de cada uno de nosotros, somos solidarios. Es un momento en el que nos interesa la gente. Mira por dónde! Un mes al año, la humanidad hace un reset al egoísmo, a la falta de solidaridad y de caridad… Bravo!!! Perdonad este tono tan sarcástico. Soy consciente de que en el mundo hay muy buena gente… Pero es que parece que el evangelista San Marcos ya preveía el “síndrome del Black Friday”, por eso nos instaba a velar y… a permanecer atentos a las ofertas????? ¡Claro que no! Hace un tiempo, un gran Hombre (el Hijo del Hombre) se marchó a tierras lejanas y nos confió a cada uno una tarea (Jn 13,34), pero a algunos diría que se les ha olvidado. Hay una película, “La Joven del Agua”, que podría ayudarnos a entender qué significa asumir una responsabilidad. Al principio, aparece un relato que habla de guerras, violencia, incomprensión… y una de las causas que apunta es la incapacidad del ser humano de escuchar (afirma que el hombre ha olvidado cómo escuchar…).
Me gustaría decir, primero, que en este evangelio, Jesús nos pide que prestemos atención. “Escucha, Israel!” Dice una de las oraciones más importantes del judaísmo. De hecho, Dios dice e Israel escucha. ¿Escuchamos a Jesús? ¿O escuchamos sólo qué o quién nos interesa?. El Dr. Torralba afirma en su libro "El arte de saber escuchar" que escuchar es amar... Otra cosa que se nos ha olvidado.
En segundo lugar, me gustaría añadir que este llamamiento a la vigilancia cobra mayor importancia en un mundo marcado por el materialismo, la hipocresía y las máscaras carnavalescas. Velar no sólo significa esperar, sino también vivir con autenticidad. La falta de coherencia, el ataque a la dignidad de las personas y la oscuridad en la forma de actuar traicionan las enseñanzas de Jesús.
Este llamamiento a velar nos anima a revisar nuestras acciones y a buscar una vida íntegra, honesta, respetuosa y verdadera. ¿Por qué velamos, pues? ¿Para poder escalar socialmente? ¿Por ser más que los demás? ¿Para traicionar la confianza de los amigos? ¿Por no ser fieles a los principios? Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa. Sí, aquel dueño al que muchas personas nos sentimos adheridos y al que algunos, en nuestros días, van vendiendo por treinta monedas de plata (Mt 27,3).
“Escucha, Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es el único” (Mc 12,29).
Quien tenga oídos, oiga.
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