La ALEGRÍA no excluye a la alegría

 LA ALEGRÍA no excluye a la alegría

17 de diciembre de 2023


Estoy de acuerdo. La alegría es una de las características principales de la vida cristiana. Y no puede ser de otra manera porque nuestra ALEGRÍA nace de la fe en Cristo. Pero no sólo de una fe teórica sino también de una fe que da frutos (contrariamente, sería una fe vacía, como el ternero de oro del desierto).

Somos felices porque Jesús nos dijo que "un poco más tarde volveréis a verme" (Jn 16,16), pero el problema es que no sé si somos conscientes de a quién veremos y dónde. Hace poco leíamos en Mt 25, 31-46 que Jesús es aquel que tiene hambre, sed, que es forastero, que se encuentra en la cárcel, que va desnudo... Es decir, "aquellos hermanos míos más pequeños". ¿Lo hemos entendido, eso?

Ni el optimismo, ni la risa, ni el desmadre colectivo, ni la salud, ni la riqueza, ni la suerte, ni divertirse son la alegría auténtica. Cierto, son situaciones de la vida pasajeras... Pero tampoco es una actitud muy cristiana impedir que las personas sean felices despreciando su dignidad y libertad sólo porque "nos espera una recompensa mayor en el cielo" (Mt 5, 12). Sí, sí, el Padre nos reserva muchos lugares (Jn 14,2), pero estoy seguro de que no aprueba el sufrimiento gratuito provocado por personas que, supuestamente, son un referente de todo lo contrario. Ahora me diréis que se puede menospreciar el optimismo y las risas justificándolo en que no son la auténtica felicidad? Total, como la recompensa es grande en el cielo, paso de los derechos de los demás... Vaya, no me suena haberlo leído en ningún tratado de escatología…



Esta predicación es bastante típica de los hipócritas, que son grandes actores. Conocen bien su papel y lo interpretan pero, fácilmente, se nota de lejos que dicen una cosa pero hacen otra. Martí i Pol se preguntaba en un poema de Navidad: "¿Proclamaremos la paz con las palabras mientras con el gesto favorecemos la guerra"? Pues, a menudo, eso parece... Pero, no pasa nada, Dios nos ama y nos perdona, no? Otra vez nos aprovechamos de la buena voluntad, en este caso de la de Dios, para alimentar nuestro egoísmo. ¿Y los demás? ¿Los demás? ¿Quiénes son, estos? ¡Qué vergüenza!

Señor, dame paciencia, por favor... pero más pronto que tarde…

Quien tenga oídos, oiga!


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