NAVIDAD CON SACARINA



Domingo 24 de diciembre de 2023




“Déu se’ns acosta. Déu ens visita. Déu és fa Home. Això és Nadal!”. Esta canción es típica del presente tiempo litúrgico. Nos recuerda, alegremente, el misterio de la Encarnación: Dios ha decidido quedarse tan cerca nuestro, porque nos ama, que le pide a María que le ayude a hacerse ser humano, para habitar entre nosotros.

Es una época del año en la que nos rodea el espíritu navideño: paz, amor, solidaridad, empatía... Y, sí, a veces parece todo muy "azucarado", como que "toca hacerlo", como artificial. La verdad, es difícil disfrutar del espíritu navideño junto a tantas situaciones no deseables. Tenemos guerras, tenemos crisis humanitarias, tenemos muertes, dolor... ¡Es muy triste! Pero, junto a ellas, también tenemos otras situaciones que no son tan "internacionales" y que están vinculadas a la grandeza y la miseria del propio individuo. Con las guerras, coexiste la falta de diálogo; con las crisis humanitarias, existe el egoísmo y con las muertes y el dolor humano, permanece la indiferencia.


Así no vamos a ningún sitio. Creo que es normal que, ante todo, aparezca la inseguridad. ¡No es para menos! Con todo, no podemos perder la esperanza. Cuando nos encontramos rodeados de tanta maldad, hay que girar la cabeza a la Cruz para contemplar a Jesús crucificado y comprobar que él lo pasó antes que nosotros. Como decía muy bien Mn. Gil en su libro Escatología cristiana, "la Cruz del Resucitado es el fundamento de nuestra esperanza". Pero quiero añadir que esto no debe ser una excusa para minimizar los efectos de estas situaciones ni para procurar no responderlas con la mayor contundencia.



A pesar de todo, junto a estas situaciones execrables, hay otras que a menudo quedan relegadas a un segundo plano, como si no se vieran. Quizás no se ven (porque, muchas, se disimulan bastante...) pero son igualmente destestables. Me refiero a las actitudes que están detrás de las ansias de poder, de los intereses propios, de la manipulación, de la doble moral, de la mentira, del uso desmesurado de la autoridad, de la doble personalidad... Todas ellas no ayudan tampoco nada a vivir el espíritu navideño que, con tanto amor, inauguró María en el relato del evangelio de este Domingo. Algunas de las personas que hay detrás de estas actitudes están más entretenidas en publicar “a los cuatro vientos, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente los elogie” (Mt 6,2) que han perdido, no sólo el horizonte, sino también el derecho a ser referentes íntegros y honestos.


Basta ya de mirar sólo el gran ombligo del mundo (y que, en muchas ocasiones, no acostumbra a ser el propio). Tenemos uno, que es más pequeño y lo tenemos más cerca, y que es el de cada uno. También habría que echarle un vistazo, no?


¡Quien tenga oídos (y ombligo), oiga!


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