“Tu eres mi Hijo amado, a quien he elegido”
Nos volvemos a encontrar con Joan Baptista en el evangelio de hoy, insistiendo en la novedad del bautismo que teníamos que esperar de Jesús de Nazaret. El primo de Jesús también sigue mostrándonos su humildad y su espíritu de servicio. Es consciente de que él sólo ha venido a preparar el camino de uno que es más grande que él. ¿Os imagináis que Juan, con la capacidad de atracción de masas que tenía, hubiera ocupado el lugar de Jesús? Quizás no habría sido muy difícil en un contexto mesiánico como aquel, pero no fue así. Juan asumió el papel que tenía, sin ser oportunista ni ambicioso, y poniendo a cada uno en el lugar que le correspondía. Usó los dones que Dios le había dado tal y como tocaba, asumiendo el rol de servidor. ¿Cuántas personas conocéis que utilizan su situación de privilegio para sacar provecho personal? Yo conozco alguna y todavía no acabo de entender cómo no se le cae la cara de vergüenza! Que persista en estas actitudes me hace cuestionar la autenticidad de su compromiso. Con todo, doy gracias a Dios por las personas que acostumbran a actuar con honestidad y sin esconder nada. ¡Muchas gracias por no haber caído en actitudes que me parecen tan miserables!.
¡Qué sorpresa se llevaría Juan al ver a Jesús que pedía el bautismo! Jesús, que estaba libre de pecado, ¿quiere sumergirse en el agua del perdón? Y es que Jesús asumió la condición de pecador, sin serlo, igual que Dios se hizo hombre, sin necesidad. ¿Por qué? Pues porque lo mejor para transmitir una enseñanza es hacerlo con el ejemplo, haciendo de esta enseñanza una experiencia de vida. “Sálvate a ti mismo! ¡Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz!” (Mt 27, 40b). ¿Os suena?. Y no bajó de la cruz, verdad que no? Es revelador ver cómo Jesús asume el pecado cuando pide ser bautizado y, al mismo tiempo, también lo hace en la Cruz, cuando recibe los pecados de todos como ofrenda expiatoria: “Mirad, ese es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!" (Jn 1, 29b). Es un ejemplo muy claro el que da Jesús, pero difícil de llevar a la práctica en el día a día. Hoy, ¿quién es capaz de “agacharse para desatar la correa de las sandalias” a alguien? A veces, ni siquiera aquellos que lo han prometido lo hacen... Resulta desconcertante encontrarse con estas contradicciones, verdad? Promesas y compromisos que se lleva el viento...
A pesar de las dificultades, tengo la sensación de que el evangelista nos anima a perseverar en el momento en que relata que el cielo “se abría". Es una manera que tiene Dios de decirnos a todos: ¡Amigos, escuchadme! ¡Que me tenéis aquí, con vosotros! ¡Y os quiero mucho! Y ese amor, Marcos lo identifica con una paloma. El Espíritu Santo, que es el Amor de Dios, es expresado de la forma más cotidiana posible, con una sencilla paloma, como las cosas sencillas de la vida. ¿Dónde queremos encontrar a Dios si no es en la vida cotidiana? La paloma no es el animal más majestuoso de la naturaleza, pero representa el Espíritu. Curioso, no? Jesús tampoco era de una familia poderosa, pero es Dios hecho hombre. Curioso, no? Los apóstoles no formaban parte de las familias más notables, pero se entregaron a Jesús. Curioso, no? Ya veis que a Dios el formato no le interesa mucho, más bien es la pureza de corazón lo que valora.
Esa voz que dice "Tú eres mi Hijo amado" se dirige a nosotros, a todos aquellos que compartimos el bautismo de Jesús. Si no recibimos y entendemos este mensaje, estaremos poniendo barreras a la iniciativa divina. Si no nos sentimos amados por Dios, raramente conoceremos al Padre. Dios se ha complacido en Jesús porque en Jesús se sella la alianza de Dios con la humanidad, la Nueva Alianza. Y este testamento implica un modelo a seguir, de coherencia, honestidad e integridad al que todos estamos llamados. Especialmente, y por opción personal, son llamados nuestros referentes espirituales porque son ellos los que han decidido vivir estos valores y son ellos, precisamente, los que más deberían enseñarnos a predicar con el ejemplo. El resto, solo, ejercemos el sacerdocio universal… Otro día hablaremos de la Iglesia que somos y de la Iglesia que queremos…
"Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Un solo Dios y Padre" (Ef 4,5-6). El resto, Dios dirá. Pero suerte que “las partes son muchas, aunque el cuerpo es uno solo” (1Co 12,20)... El problema es que es difícil que el cuerpo funcione cuando la oreja quiere ver o los ojos quieren escuchar…Haría falta esforzarnos un poco más para conciliar todas las partes y pueda convertirse en un todo armonioso. Pero eso no depende solo de san Pablo…
¡Quien tenga oídos (para escuchar la voz que viene desde el cielo), oiga!
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