COMENTARIO EVANGELIO DOMINGO 3 DE MARZO DE 2024. Jn 2, 13-25
Me consumirá el celo por tu casa
La Pascua era una de las fiestas del peregrinaje, junto con Pentecostés y la Fiesta de los Tabernáculos: “Todos los varones deben presentarse tres veces al año ante el Señor vuestro Dios, en el lugar que él haya escogido, durante las siguientes fiestas: la de los Panes sin levadura, la de las Semanas y la de las Enramadas” (Dt 16,16). Pero cuando se llegaba a Jerusalén, no era extraño que la primera impresión fuera, aparte de la majestuosidad del Templo, que llegabas a un mercado. Entre que tenías que cambiar la moneda porque el dinero romano tenía imágenes y que tenías que comprar los animales sanos para hacer los holocaustos, podías olvidar la razón fundamental por la que subías a Jerusalén: presentarte ante el Señor.
Son las incongruencias que hay y que actualmente existen. Si quiero presentarme ante el Señor, voy al Templo donde, supuestamente, me encontraré con Él, no? Nuestra sorpresa es que, a veces, cuando subimos a Jerusalén y vamos al Templo nos encontramos con bueyes, ovejas y palomas que nos despistan. Pero yo no venía a encontrarme con Dios? ¿Y qué hacen estos animales aquí? Es natural que nuestra actitud sea de sorpresa cuando nos encontramos con cierta biomasa en un lugar donde no deberíamos verla. Si quiero ver animales, hago una excursión al zoo de Barcelona o me pongo un documental de la 2... Cuando uno piensa en su Templo, se imagina un lugar de encuentro, asistido por levitas que han decidido ejercer su ministerio como respuesta a un llamamiento que les lleva de la mano a tener una actitud de acogida hacia los peregrinos, una actitud de bondad, de sinceridad y de espíritu de servicio. No sé si es esta la situación de nuestro Templo. Personalmente, he tenido unas experiencias que me desaniman bastante y más cuando, aparentemente, la única opción que hay es el conformismo y ver cómo las cosas se están haciendo muy mal y no hay interés por mejorarlas. La única esperanza que me queda son las personas que sí tienen clara su misión y no es, precisamente, la de hacer daño a nadie. Ah, y la esperanza más importante, que es Jesús de Nazaret. Este sí que no falla nunca. Confiamos en que Jesús tenga muy buenas razones para tener que ponernos a todos en esta tesitura. De todas maneras, me quedo con el consejo que san Pablo dio a Timoteo: “Tú permanece firme en todo lo que aprendiste, de lo cual estás convencido. Ya sabes quiénes te lo enseñaron” (2Tm 3, 14). Recuerdo perfectamente quiénes han sido mis maestros y, curiosamente o por desgracia, según se mire, no tienen ni mitra ni báculo, sólo confianza absoluta en Dios, como Simeón y Anna. ¡Qué lástima que sean estos los maestros que viven en la sombra! ¡Y qué pena que todo se tenga que acabar en la Cruz para que se nos abran los ojos...!
En este evangelio cuaresmal, nos volvemos a encontrar con los efectos de las tentaciones. ¿Por qué conformarme con encontrarme con Dios si, además, puedo sacar un beneficio? Claro, nadie piensa en preguntarle a Dios si la fe implica también esta pretensión de lucro. Quizá porque su respuesta sería un NO rotundo?. Mejor no preguntar. Es el error que cometió el hombre rico del evangelio (Mc 10, 17-30) cuando le preguntó a Jesús qué tenía que hacer para poseer la vida eterna. Seguramente, aquel hombre ya sabía qué le diría Jesús porque el Mesías conocía la Ley. Lo que no se imaginaba es que Jesús iría un poco más lejos... donde el joven no es capaz de llegar. Seguramente, cuando el joven se fue triste es probable que pensara: la culpa es mía por preguntar y por pasarme de listo. El encuentro con Dios no es un simple coincidir con, es una conexión profunda con lo divino para vivir con él (Jn 14, 23b). Si no es así, lo que estamos haciendo es convertir a Dios en un producto que se puede comprar y vender.
Otro tema es el de las pruebas. “Qué prueba nos das de que tienes autoridad para actuar así?”, le preguntan a Jesús. Hace semanas hablábamos de la egocentritis y ahora sale la señalitis y la titulitis. Pero ¿qué más tiene que hacer Jesús para demostrar que es el Hijo de Dios y ha venido al mundo a servirnos y a dar la vida por nosotros? Sólo faltaría que Jesús tuviera que tener una tarjeta de presentación. Ya me lo imagino:
Jesús, Hijo de José y de María
Tekton.Profeta.Sacerdote.Rey.Hijo de Dios.Sanador.Resucitador.Rabino.Pescador de hombres. Evangelizador.Buen Pastor.Intercesor.Mártir.Salvador del mundo. Psicólogo.Etc.
Si necesitamos que Jesús nos deje su tarjeta de visita, mal vamos... Es como si yo le pidiera a mi madre que me enseñara la fecha de caducidad de la leche que me ha preparado... Oye, que es tu madre!! No ves que te ama y no te haría daño?? Es que crees que, quizás, te daría un alacrán?? (Lc 11,12b). Por eso Jesús no confiaba en ellos porque los conocía todos. Hoy, desgraciadamente, hay tanta gente de la que no te puedes fiar, incluso en el Templo, que a menudo se hace difícil la convivencia. Son aquellos que venden bueyes, ovejas y palomas (y humo...) mientras, detrás, Jesús mismo les mira resignado. Antes del Concilio Vaticano II, como mínimo, mientras se presidía, en el altar tenías el Cuerpo Místico de Jesús delante, en el Sagrario, cara a cara. Ahora, como, a veces, es habitual presidir dando la espalda al Sagrario, es más fácil disimular la hipocresía de algunos porque no miran a Jesús a los ojos y pueden evitar la vergüenza que genera no ser fieles a los principios que, supuestamente, representan. Ya lo dice el refrán: "ojos que no ven, corazón que no siente”.
Y si Jesús necesita tarjeta de visita para justificar su actitud con los mercaderes, imaginémonos con el tema de la resurrección. Y es que mientras tenemos cubiertas nuestras necesidades básicas, que son las tentaciones del desierto, no hace falta pensar en la Escatología, no? Quizás no pensaremos en la resurrección, pero sí en la misericordia de Dios, ¿verdad? Mientras esté pululando por este mundo, disfrutando de los beneficios de la venta de los bueyes, ovejas y palomas, todo irá bien, no? Cuando llegue el momento en que se acabe el tiempo del hombre, entonces sí recuperaremos el libro de Mn. Gil de Escatología Cristiana y buscaremos el apartado que hable del "juicio misericordioso de Dios". Buf, suerte que tenemos esta opción, verdad? Después de pasar olímpicamente de los preceptos, Dios me da otra oportunidad. Ahora sí que será el momento de abrir los ojos y hacer una Tomasada: “Crees porque me has visto?, le preguntó Jesús a Tomás. Pues, ¡Dichosos los que creen si haber visto”!
Señor, no creo que, dadas las circunstancias, haya la necesidad de destruir el Templo para empezar de nuevo. Hay muchos y muchas que no se lo merecen, empezando por Dios mismo, porque también es su casa. Pero, si miramos atrás, Dios empezó viviendo en el desierto en una humilde tienda. Quizás un buen diluvio nos ayudaría a todos a despertar y a refrescar las responsabilidades que adquirimos cuando nos bautizamos. Pero, ¿quién sería un buen candidato/a para quedarse en el arca? Yo seguro que no, pero espero que no me dejen a mí hacer la lista.
Sarcasmos e ironías aparte, no iría mal abandonar de una vez nuestra zona de confort y denunciar todo aquello que hace daño a la dignidad de Dios y a la de las personas (que es la misma). Ya sé que es tentador convertir el Templo en el Animal Farm de George Orwell, pero tengo que decir que no sería la manera más correcta de tratar a Dios: "al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios" (Mt 22,21).
¡Quien tenga oídos, oiga!
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